Autor Tema: La viEja CaNcióN miSteriOsa!!?  (Leído 30519 veces)

Desconectado Nunn

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La viEja CaNcióN miSteriOsa!!?
« Respuesta #90 en: 15 de Septiembre de 2007, 02:48:39 pm »
Muy buena!!!! Y sólo me he metido al foro para leerla... Avísame cuando sigas.
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« Respuesta #91 en: 15 de Septiembre de 2007, 03:14:10 pm »
oh dios!!!!!!!!

siguela prontooo *,*!!!

me encanta!!! ^^ :D  :D



Hermaniya de Keid

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« Respuesta #92 en: 16 de Septiembre de 2007, 06:45:28 am »
mas te vale seguirla pronto Eh !!!! y si es una amenaza o una orden xDDD

solo siguela que me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa (L) it's love xD


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« Respuesta #93 en: 16 de Septiembre de 2007, 08:34:18 pm »
yeah! por fin la seguiiste!! amo tu fiic! es muy original ^^
siguela pronto, no tardes tanto pliiis!  :D xDDDD

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« Respuesta #94 en: 23 de Septiembre de 2007, 01:30:07 pm »
wuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaauuuuuuuuuuuuu!!!!
me acabo de leer la historia entera hoy y me ha enganchado completamente!! XD siguelaaaa xfaaaaaaaaa
HoLd On To Me AnD NeVeR LeT Me Go..
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-Mira, te quiero m

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« Respuesta #95 en: 23 de Septiembre de 2007, 08:51:52 pm »
malegroooo  :D aunq si t digo la verdad ia no m acordaba d lo anterior y m la e tenio q leer entera otra vez pa seguirla jajajajj esq la dejo abandonada smpr... de verdaaaad!!! q cabezaaaaa....

wno apartir d aora actualizo una o dos veces x semana q sino no acabo jamás.... y ncima aora viene lo interesant!!!

Desconectado Nunn

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« Respuesta #96 en: 24 de Septiembre de 2007, 11:22:02 pm »
:haha: Estás bajando el nivel... Pero síguela.
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« Respuesta #97 en: 01 de Octubre de 2007, 09:30:42 pm »
que bonitaaaaaaa  :(



Hermaniya de Keid

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La viEja CaNcióN miSteriOsa!!?
« Respuesta #98 en: 07 de Octubre de 2007, 07:57:52 pm »
Presiento el final.  :D  :(   ¡Síguelaaaaa!
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Desconectado Knowles

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« Respuesta #99 en: 26 de Octubre de 2007, 03:56:54 pm »
ai la dejo.... x si algien la exaba d menos


Avril se encontraba en el estudio matando el tiempo mientras esperaba la llegada del resto de la banda y acariciaba el piano con sus delicados dedos.
Con una mano tomó el café, dio un sorbo y lo dejó donde estaba, con la otra improvisaba algunos acordes tarareando una dulce melodía.
Cerró los ojos.
Con su mano derecha, libre, acompañando, la hizo sonar, con notas agudas que le recordaban a alguien. No sabía a quién.
Sus labios ligeramente despegados no acertaban a pronunciar frases seguidas.
- ....Un poco más allá.......mmm.....un mundo mejor........ - cantaba.
- Suena bien - la interrumpió una voz a sus espaldas -, ¿qué es?
Avril dejó escapar un chillido.
- ¡Devin! ¡Me has asustado!
- Lo siento, no quería interrumpirte...
- ¡Oh, pues... Ya lo has hecho!
Devin sonrió.
- ¿Es una nueva canción?
- No.
- ¿Entonces?
- ¿Y esta gente, va a llegar algún día? - preguntó Avril cambiando de tema.
- Eh... Sí, de hecho - dijo Devin -, ya están aquí.



Avril llegó a casa agotada (había estado toda la mañana ensayando las nuevas canciones para la promoción del cd). Dejó las llaves en la garra de gato que asomaba de la pared, y cerró la puerta.
- ¿Deryck, estás en casa?
Nadie contestó.
Entró y se tumbó en el sofá. Cogió el mando de la minicadena y probó a ver que había en la radio.
- "...fallen leaves, fallen leaves, fallen leaves..."
Cambió de emisora.
- Hola, ¿con quén hablo? - decía el locutor.
- Laura.
- Bien, Laura, ¿por quién vas a votar?
- Por Avril Lavigne.
- ¡Oh, bien! Buen gusto... Aquí te dejo con el nuevo single de Avril: "Girlfriend".
Avril sonrió y subió el volumen a 30.
Se levantó y fue a la cocina a picar algo bailando mientras sonaba la canción en toda la casa.
Estaba abriendo una lata de cocacola cuando algó atravesó el cristal de la cocina e hizo saltar decenas de pedazos hasta ella. Avril gritó y se lanzó al suelo. Se quedó agachada protegiéndose la cabeza con las manos hasta que supo que todo había pasado. Se levantó con pánico y buscó a alguien en el jardín a través de la ventana.
No había nadie.
Avril vio sobre el suelo lo que había roto su ventana: parecía un ojo de cristal.


- ¿Estás bien, cariño? - preguntó Deryck preocupado.
La casa estaba rodeada por tres coches de policía y unos seis o siete agentes. En el jardín uno trataba de encontrar pruebas del calzado del agresor o alguna pista del mismo. Otro hacía fotos del cristal roto y de los pedazos.
- ¿Qué rompió la ventana? - preguntó el agente.
- ¿La ventana? Pues... No lo sé - mintió Avril sosteniendo el ojo de cristal con una mano en su bolsillo.
- Es extraño... El agresor no ha dejado ningún rastro - decía otro -, es como si hubiese entrado volando...
El primero lo miró extrañado.
- Discúlpenle, es nuevo.
- Ya - dijo Deryck -, ¿merece la pena denunciar?
- Constaría en comisaría, pero nunca encontraremos al agresor a menos que vuelva a acercarse a la casa. Pondremos dos agentes las primeras 24 horas.
Avril se estremeció pensando en un fanático o un psicópata abordándola.
- Bueno, bien, gracias por todo agentes.
- A usted - devolvió el cumplido -. Esto... ¿Podrían firmarme un autógrafo para mi hija? Es muy fan vuestra...
- Está bien.


Avril estaba sola, tumbada en la cama, intentando descansar después del susto. Por alguna razón había mentido a la policía y tenía en sus manos el objeto que había hecho volar en pedazos su ventana.
Ahora lo miraba tratando de descubrir qué significaba aquello.
"¿Un ojo de cristal?" - pensó.
El ojo brillaba con una luz impropia de algo artificial, como guardando dentro de sí algo mágico. Avril, extrañada por esto, trató de abrirlo. Primero, buscó algún lugar por el cual poder fraccionarlo. (No lo encontró).
Después trató de moverlo y de partirlo con pequeños golpes. (Tampoco pasó nada)
Por último, desesperada y algo irritada, lo lanzó contra el suelo del cuarto con todas sus fuerzas haciéndolo mil pedazos.
Del vacío de la esfera surgió la luz misteriosa que sobrevoló la habitación hasta detenerse frente a ella suspensa en el aire.
Avril creyó estar delirando.
- ¿Qué eres? - musitó asustada.
- Un hada - contestó una voz chillona.


- ¿Un hada? ¡Dios, debo de estar volviéndome loca!
- ¿Perdona?
- ¡Nada! ¡Fantástico! - decía con sarcasmo Avril - ¿Dónde te has dejado la varita mágica?
El hada rodeó la sala volando.
- En realidad, no me hace falta.
- ¡Pues dame una para que pueda volar yo también!
- A ti tampoco.
Avril rio entre dientes.
- ¿Qué?
- ¿Quieres tranquilizarte, Avril?
- ¡Está bien! Sí, eso haré...
- Perfecto. Ahora, me llamo Ginger y he venido para decirte que, en realidad, no eres Avril Ramona Lavigne...
- ¿Qué? - exclamó alterada de nuevo.
- Lo sé, es difícil de pensar... Pero no eres de Canadá, ni tus padres son John y Judy...
- ¡Cállate! ¿Vale ya, no? ¡Déjame tranquila!
- Está bien.
El hada desapareció en el silencio al instante


- ¿Ginger?
Segundos después, Deryck entró por la puerta del dormitorio con una bandeja con comida.
- ¿Qué tal está mi princ....? - Deryck se paró al ver los cristales en el suelo de la habitación y que Avril hablaba con alguien - ¿Qué ha pasado aquí?
- Oh, nada, nada, cariño... Se me cayó el vaso.
Deryck se extrañó porque era una escusa tan mala que ni ella misma se la creería.
- Bueno... Ahora subo.
Deryck se quedó en el pasillo escuchando detrás de la puerta.
- ¿Ginger? - repitió Avril - Oye, lo siento, de verás, es que no estoy acostumbrada, quiero decir, no eres algo muy normal, por favor vuelve...
Una mano pequeña golpeó su hombro.
- ¡Ginger!
- Shhhh... Tu chico está detrás de la puerta - susurró.
Avril tragó saliba.
- ¿Dónde tienes el piano? - preguntó Ginger.
- Abajo, en la sala.
- Tenemos que bajar sin que él nos vea, dile que haga algo.
- Está bien. Escóndete... - aceptó Avril.
- Deryck, cariño, ¿estás ahí?
Deryck abrió la puerta.
- Sí, sí, aquí estoy, ¿qué necesitas?
- Limpia esto, por favor. Me voy a descansar abajo, a tocar y eso. Ya sabes lo que me relaja.
- Bueno, sí, de acuerdo - dijo Deryck.
- Gracias, guapo.
Avril lo besó brevemente y bajó por las escaleras en dirección a la sala.


Avril entró en el pequeño estudio que tenía en la planta baja de su casa, y cerró la puerta. Se sentó en la silla, frente al piano, y miró a su alrededor.
- ¿Ginger, estás ahí?
Ginger apareció sentada en su hombro riendo.
- ¿A que peso poco?
- ¿Qué? ¿Estabas sentada en mi hombro?
- Sí - volvió a reir -. Vamos a tocar el piano.
Avril destapó el piano e hizo una escala para calentar las manos.
- ¿Qué quieres que toque?
- ¿Te acuerdas de la canción que tocaste ayer en el estudio? - preguntó el hada.
- ¿Ayer en el estudio? Tocamos muchas... Las del nuevo cd. ¿Por qué?
- No, no, antes de eso.
- ¿Antes? Hmm... No toqué ninguna, solo improvisaba - intentó recordar.
- ¿No crees que podrías improvisarla ahora?
- Creo que sí - admitió Avril -, déjame intentarlo.
Avril empezó a tocar el piano. Como la otra vez, comenzó con su mano izquierda estructurando los acordes bajos, después con su mano derecha intentó crear de nuevo la melodía.
Ginger se levantó en el aire y empezó a brillar de una forma extraña.
Avril tarareó con la música. Ginger se sentó en el piano.
- ¿No recuerdas la letra?
- ¿Letra? No tiene letra - dijo Avril.
- No, Avril, sí tiene letra. ¿De verdad no recuerdas la canción?
- No. Bueno, me suena a algo.
- Entiendo. Tienes que venir conmigo, Avril.
- ¿A dónde?
- Al bosque.
- ¿A estas horas?
- ¿Vienes o no?
- Vale, está bien, pero, ¿puede venir Deryck?
- No. Lo siento.

Un coche se detuvo cerca del límite del bosque. De él descendió una chica joven, rubia, que vestía con una sudadera gris y unos pantalones oscuros.
- Gracias por traerme, Greg.
- Es un placer, señora - dijo el chófer ajustándose el gorro.
- Sí, seguro - sonrío ella -. Espérame aquí, y, por favor, no cojas ninguna llamada.
- ¿Está segura? ¿No quiere que la acompañe?
- No, gracias, de verdad.
Avril suspiró, se dio la vuelta y se adentro más allá de donde acababa la carretera.
Ginger se iluminó en su hombro y aclaró la oscura atmósfera que cubría el bosque.
- ¡Tú dirás! - dijo Avril después de unos minutos caminando.
- Está bien.
Ginger se despegó de su hombro riendo y comenzó a elevarse en el aire cortando la oscuridad entre las copas de los árboles. Avril levantó la cabeza y trató de seguirla con la mirada. El hada gritó algo que Avril no logró entender y se dejó caer desde unos 20 metros de altura.
- ¿Pero qué hace? - se dijo Avril a sí misma.
Ginger viajó hasta el suelo a una velocidad espantosa. Su cuerpo se precipitó dentro del agujero de un árbol arrancado y hueco que descansaba en el suelo.
Avril soltó un alarido.
El polvo luminoso del hada se esparció por el lugar y comenzó a viajar en todas direcciones a través de los árboles.
Un rumor despertó el silencio del bosque.
Ginger, del tamaño de una ardilla, reapareció caminando por el tronco caido.
- ¿Qué has hecho? - preguntó Avril.
- Llamar a unos amigos - susurró el hada; y luego se desplomó allí mismo.


Una melodía comenzó a brotar desde todo y ningún lugar del bosque, como arrastrada por el viento. Era extraña, era, simplemente, perfecta.
Avril la recordó al instante mientras un escalofrío helaba todo su cuerpo: era la misma que había improvisado en el estudio horas antes.
Una luciernaga atravesó el marco de su mirada y desapareció de él. Avril miró a su alrededor buscándola. Otra vez cortó el aire frente a ella y despareció.
Avril se puso nerviosa y dio unos pasos hacia atrás, tropezando con el tronco del árbol caido. Se precipitó sobre un montón de hojas secas y el suelo embarrado, de espaldas.
Estuvo quieta un momento en el suelo mirando el cielo estrellado. Tratando de encontrar sentido a todo aquello.
De repente, una estrella parpadeó en el cielo. Avril asombrada vio como se despegaba de él y viajaba hasta ella desde millones de kilometros de distancia en cuestión de segundos. Luego regresó hasta el cielo volando.
- ¿Qué? - gritó aterrada.
De repente cientos de estrellas en el cielo hicieron lo mismo parpadearon y se despegaron del cielo y viajaron hasta ella en forma de luciérnagas.
- ¿¿¿Qué quereis???
Las luciérnagas comenzaron a dar vueltas en círculos y se juntaron unas y otras, y otras no, dejando ver escrito en el aire lo siguiente: "Canta".
- ¿¿¿Qué cante el qué???
En el bosque seguía flotando aquella melodía.
"Esto".
Las luciérnagas surcaron el cielo una vez más dibujando letras y letras en el aire.

"Aire frío brota de su interior
pierde su mirada
trata de encontrar su lugar
pero no dice nada

todo da vueltas a su alrededor
estrellas azules y grises
sueña con un mundo mejor
el lugar del que viniste

es un poco más allá
¿lo sientes ya?

se siente triste al caminar
quiere volar
trata de encontrar su lugar
pero no lo dice

todo da vueltas a su alrededor
su alma está a punto de partir
una lágrima recorre su piel
necesita salir
y canta una canción

un mundo mejor
un mundo mejor
un mundo mejor
un mundo mejor

ohhhhhhh

sueña, vuela
regresa al lugar del que viniste
es un mundo mejor"

Avril terminó de cantar la canción. Todo el bosque quedó en silencio. Las luciérnagas en el cielo desaparecieron y la música de fondo.
- ¿Hola? - gritó cuando abrió los ojos y se vio sola.
Nadie respondió.
Estaba agotada, así que volvió a casa y no fue capaz de olvidar aquella canción. No sabía porqué, pero cantándola se sentía mejor.


A través de la ventanilla, Avril vio a lo lejos un coche de policía cruzado delante de la verja que rodeaba el jardín de su casa de Beverly Hills. Dos policías con una libreta en mano y un bolígrafo desgastado en la otra tomaban nota de todo cuanto un joven moreno y de mediana estatura decía de lo que sabía sobre algún suceso ocurrido. Mientras tanto, la luz azulada y carmesí de la sirena del coche patrulla giraba sin descanso.
- Estaba aquí, no lo entiendo, de verdad: me pidió que recogiera un vaso que se le había caido al suelo, bajó al estudio y cuando quise darme cuenta ya no estaba en casa - dijo Deryck abatido.
- ¿Había alguien más en la casa? - preguntó uno de los agentes.
- Sí, quiero decir, no, pero Gregg siempre está cerc... - calló al ver la limusina acercarse a la casa - ¿Cómo no me he dado cuenta antes? Gregg debe haberla llevado a algún sitio, por eso no contestaba a las llamadas. ¡Gregg! - gritó furioso caminando hacia la limusina. - ¡Gregg, ven aquí!
La limusina se detuvo de un frenazo. El sonido seco y chirriante de las ruedas al quemarse en el asfalto viajó dos manzanas. Deryck que no había pensado detenidamente en lo que hacía, rodó por encima del capó y se precipitó sobre el asfalto.
- ¡¡¡¡Noooooooo!!!! - gritó Avril desde el interior del lujoso vehículo ahora abollado.
La puerta se abrió y detrás de ella Avril se deslizo hasta él entre lágrimas y un dolor que la conmocionaba más cada segundo.
- ¡¡¡Deryck, - pusó la cabeza de éste sobre su regazo - oh no, nooo!!!!
El rostro de Deryck ensangrentado a penas expresaba algún gesto. Avril sintió pánico. Pánico de perderle, pánico de que aquel huviese sido el último día juntos, de aquella forma, de aquella historia; pánico de que aquel sueño interminable que compartían acabase.
Los agentes se acercaron hasta el lugar. Gregg desde la limusina, buscaba ayuda.
La ambulancia tardaría unos minutos, tal vez fuera demasiado tarde para entonces.


Deryck cerró los ojos y dejó caer su último aliento. Avril lo vio rendirse y lo abrazó empapada en llanto gritando su nombre una y otra vez.
- Avril, por favor... Los servicios médicos ya están aquí - trató de calmarla uno de los agentes.
- ¡¡¡Cállate!!! ¡Está muerto! ¿No lo ves? - gritó ella con violencia.
El agente retrocedió unos pasos con cara de espanto.
Avril acarició la mejilla de Deryck suavemente con su mano izquierda y puso su dedo indice sobre sus labios.
Jamás sabría bien cómo explicar lo que aconteció después porque fue algo extraño: sintió su cuerpo descargando todo lo que ella era en un escalofrío y una suave brisa azulada penetró en la boca de Deryck a través del dedo de Avril devolviéndole la vida.
Deryck abrió los ojos y vio a Avril con la cara sucia de barro por la caida del bosque.
- ¿Qué ha...?
- Calla - dijo Avril -, sólo calla.
Todos a su alrededor no salían de su asombro y miraban a Avril boquiabiertos conscientes de que algo sobrenatural acababa de ocurrir en aquel lugar en medio de Beverly Hills.
Avril besó brevemente a Deryck y después levantó la cabeza y miró a los enfermeros que arrastraban una camilla.
- Adelante - dijo ella.
Se levantó y vio como transportaban a Deryck en ambulancia al hospital.
- ¿La llevo, señora? - preguntó Gregg.
- Eh... No, Gregg. Mañana mejor. Quiero estar sola.
La ambulancia dobló la esquina del final de la avenida y se perdió de su vista, entonces ella caminó hasta casa fuera de sí, tratando de encontrar algún sentido a lo que acababa de suceder.


La puerta de la casa se abrió y Avril entró por ella. Tenía miedo de estar sola así que empezó a arrepentirse de no haber ido con Greg al hospital. Encendió todas las luces que pudo: la de la entrada, la sala de estar, la de las escaleras, la cocina, el baño de abajo, la del estudio, la habitación de invitados e, incluso, las del jardín y el porche, afuera.
Cogió el mando y encendió la televisión, luego se dejó caer sobre la butaca rosada que presidía la sala.
"¡Qué frío!" - Pensó; y se acurrucó abrazada a la almohada que tenía de respaldo como un gato con su ovillo de lana.
De lo que transmitían en la televisión no se enteró de nada; estaba agotada, solo necesitaba llenar su casa de ruido para no pensar en nada y dormir un poco.
Ginger había desaparecido en el bosque. ¿Estaría muerta después de aquel espantoso golpe? Seguro que sí. Ahora ni ella ni Deryck estaban, y se preguntaba una y otra vez por qué, por qué había tenido que ocurrir todo. Avril sabía que Greg no había tenido la culpa, pero, aún así, lo odiaba por haber atropellado a Deryck, sus horas como chófer de la famosa cantante estaban contadas.
Cerró los ojos y se durmió.
Despertó a las dos horas. Serían cerca de las tres de la mañana y hacía demasiado frío. Pensó en levantarse y coger una manta mientras se apartaba las matas de pelo que se entrecruzaban en su frente tapándola los ojos.
De repente, ocurrió algo realmente raro: Avril todavía tenía la vista nublada y no era consciente de todo lo que pasaba a su alrededor por lo que se asustó al ver una manta flotando en el aire de la sala hasta ella.
"¿Qué?" - se gritó a sí misma. Sin embargo, algo dentro de ella parecía entenderlo. Alomejor había más de lo que sabía. En aquel instante recordó algo que Ginger le había dicho horas antes: "En realidad, no eres Avril Ramona Lavigne... No eres de Canadá, ni tus padres son John y Judy..."
"¡Qué tontería!" - pensó; pero algo en su interior sospechaba que era cierto. Tal vez, ella no fuera alguien normal y tuviese poderes mágicos, eso explicaría que hubiese devuelto a la vida a Deryck.
Con aquella idea Avril sonrió de oreja a oreja; tanto que se hizo daño en las encías.


Avril alargó el brazo y alcanzó la manta, que levitaba en el aire todavía. Aquello no tenía truco: era tan real como el hada que había aparecido en su habitación, como las estrellas que la habían visitado en el bosque o como que Deryck aún seguía vivo a pesar de que lo había visto morir en sus brazos.
Apagó la televisión, que llevaba toda la noche encendida, y lanzó el mandó al otro extremo de la sala sobre un sofá rojo. Luego se detuvo a pensar cómo había sucedido aquello. ¿Serían las hadas otra vez?
- ¿Ginger? - probó, aunque no esperaba respuesta.
"No" - se dijo - ", debe ser otra cosa. Me siento distinta, me siento viva... algo está cambiando. Debo ser yo."
Aquella canción misteriosa seguía sonando en su cabeza y no pudo resistir cantarla en un susurro.
Toda la casa estaba en silencio, un silencio absoluto que ahora a Avril no la infundía ningún miedo. Ella cantaba y no era consciente de que estaba volviendo a hacerlo, estaba atrayendo la magia hacia sí misma.
Un cuaderno que Avril guardaba en el cajón de sua pequeña mesa de noche se aproximó lentamente hasta ella desde el piso de arriba. A su lado flotaba también la pluma rosa de Avril con forma de guitarra.
Avril guardó silencio cuando los vio. Ellos no se detuvieron hasta llegar hasta ella, a la altura de su tórax.
El cuaderno se abrió solo, pasando las páginas escritas velózmente para encontrar una hoja en blanco. La pluma se destapó también sola y comenzó a escribir.
Avril leyó emocionada lo siguiente:

"¿Qué puedo decirle a mi hija después de tantos años? Sabía que volverías, has encontrado la magia que perdiste aunque algo me dice que de alguna forma siempre has llevado parte de ella en ti.
Sé que en este momento tendrás tantas preguntas incordiando en tu cabeza que es posible que no entiendas bien lo que te escribo.
Quiero que nos veamos.
Alguien vendrá a recogerte mañana a casa.
Hasta entonces, conserva esta hoja, y no olvides que te quiero."

Por último la pluma garabateó sobre el papel un nombre ilegible.


Era sábado y la tarde estaba cayendo. Avril esperaba la llegada de la persona que la llevaría hasta sus "padres" impacientemente mientras se miraba en el espejo, que empapelaba una de las paredes de su habitación, tratando de encontrar algún rasgo que evidenciase que aquello sólo podía ser producto de una broma de mal gusto o de una extraña confusión, pues Avril desde su más tierna infancia y hasta aquella misma tarde sólo podía llamar padres a dos personas: John y Judy Lavigne.
Se miró otra vez; y sólo pudo sentirse mejor cuando encontró los ojos y la nariz huesa de su madre en el espejo. Con su mano izquierda palpó la carne de su mejilla y pensó cuantas veces su tía Agata le había dicho "Tienes las carnes de los Lavigne, hija; te pareces tanto a papá...".
Por otra parte sabía que algo estaba cambiando, la fantasía que hasta ahora sólo tenía cabida en los cuentos de hadas la estaba llamando, y había comenzado a descubrir que la magia existe y que de alguna forma Avril tenía mucho que ver con ella.
Avril estaba recordando el día en el que tía Agata vino a casa de los Lavigne con la que sería su mascota, Nally, cuando el timbre sonó con la melodía de una de sus canciones.
Avril dejó pasar unos segundo; respiró hondo y bajó los escalones del primer piso con dificultad; los nervios la podían. Carraspeó para aclararse la voz, se colocó el pelo del flequillo y sin poder resistirlo más abrió la puerta de un tirón brusco


Avril había estado imaginando aquel encuentro durante todo el día y esperaba encontrarse a alguien alto y extravagante al otro lado de la puerta, con un aire de misterio, una capa ondeante o un sombrero irrisorio.
- Buenas tardes - dijo una voz chillona que procedía del cuerpo de un niño que a penas se alzaba un metro del suelo.
- Hola - respondió Avril sorprendida.
- ¡Avril Lavigne! ¡Vaya, siempre he querido conocerla! - exclamó.
Avril sonrió brevemente preguntándose si aquella era la visita que esperaba.
- ¿En serio?
- Sí, me sé todas tus canciones - dijo, después se apresuró a cantar - ¡¡So much for my happy ending!!
-No lo haces mal. ¿Te manda mi... quiero decir, buscas algo, pequeño?
- Sí, a Avril, pero nunca hubiese imaginado que eras tú.
- Pues ya ves... ¿qué quieres?
- Otes me envía, señora. Su tartana está esperando en la puerta.
El niño se dio la vuelta y caminó hasta la salida. Avril le siguió y se fijó en su pelo rubio y acabado en una cresta. Caminaba demasiado deprisa para su exigua estatura y sus piernas cortas y delgadas. Sus pies iban descalzos pero el resto de su ropa pasaba depercibida con colores oscuros y claros.
Cuando traspasaron la valla Avril soltó una carcajada al ver un carruaje atado a dos varas que iban a parar al cuerpo de un ave de color ocre y gordo.
- Por cierto, me llamo Knowles - dijo el niño -; y este es mi búho Knull.
- ¡Ah, es un búho! - sonrió Avril mientras subía a la tartana buscando la cámara oculta de algún paparazzi fotografiándola.
- Sí, bueno, es más que eso - afirmó.
Knowles silvó. El ave batió sus alas antes de despegar sus patas del suelo para hacerles volar más allá de los árboles, y de los edificios de la ciudad.


Avril se agarró al asiento con las dos manos asustada y a la vez perpleja, sin saber bien si lanzarse al asfalto antes de que el carruaje se elevara aún más o cerrar los ojos y dejarse llevar; mientras, Knowles reía divertido por el despegue.
Pronto se encontraron surcando el cielo entre las nubes.
Avril sintió el viento fresco acariciando su cara y abrió los ojos. Creyó estar soñando, o tal vez en el limbo, cuando contempló el blanco terso y esponjoso.
Pensaba que sentiría pánico y que su fobia a las alturas le haría no poder soportarlo y saltar en seguida, pero no, por alguna razón que desconocía le gustaba aquella sensación.
No se lo pensó dos veces antes de ponerse de pie para sentirse más libre, más cerca de lo que siempre había soñado; estar por encima de todo.
- Avril, no creo que eso sea buena idea - le advirtió Knowles.
- ¡Wooooooh! ¡Me encanta! - gritó avril - ¡Mirad todos, estoy volando!
- Avril...
- ¡Woooooooh!
- Av... Avril... - repitió entrecortadamente.
- ¡Qué! - Respondió sin mirarlo.
- ¡Agáchate!
Knowles trataba de avisarla de algo pero cuando consiguió hacerlo ya era demasiado tarde.
Una bandada de mirlos pasó volando cerca de ellos esquivando el carruaje. Avril, en cambio, no pudo esquivarles a ellos y tropezó cayendo desde lo alto.



- ¡Avril! - gritó Knowles sin poder evitar que ésta se precipitará al vacío - ¡Knull, por ella!
El ave hizo un giro brusco y descendió en picado arrastrando detrás de si la tartana con Knowles dentro tratando de no perder el equilibrio. Atravesaron la nube en la que habían perdido de vista a Avril con la esperanza de llegar a tiempo; cada vez eran menos y menos metros los que les separaban del suelo y el tiempo, ahora más que nunca, era oro.
avril no dejaba de gritar, estaba asustada. Sentí la presión del viento golpeándola y su pelo rubio se entrecruzaba y no la dejaba pensar. A lo lejos veía diminuta la ciudad, y las personas parecían hormigas. Poco a poco se agrandaban.
El corazón le latía con fuerza y sólo podía pensar en Deryck y en lo estúpida que había sido aquellos días. Él todavía estaba en el hospital, mejorándose, pero la necesitaba más que nunca. Aún no le había explicado lo que había sucedido la noche en la que Greg lo atropelló y posiblemente él estuviera preguntándose muchas cosas. ¿Qué le pasaba? Estaba siendo egoista y se había encaminado en un viaje en busca de un desconocido que decía ser su padre. Se arrepentía de tantas cosas.
Cerró la boca y dejó de gritar. Había tragado demasiado aire y empezaba a sentirse mareada de verdad; creía que iba a desmallarse.
Cien metros la separaban del suelo e iba directa a un lago, en un parque que no estaba muy lejos de Beverlly Hills.
Cerró los ojos; si tenía que morir había pensado que lo último que querría ver sería los ojos de Deryck mirándola fijamente.
Lo imagino con ella abrazándola. Luego la besó en la mejilla; ella le miró profundamente a los ojos y robó un breve beso de sus labios.
- Te quiero - susurró sin abrir los ojos.
El momento se acercaba. Deryck estaba con ella en su mente y sus últimas palabras fueron:
- ¡Te quiero!
Knowles oyó el grito de Avril. La tenían cerca pero no habían llegado a tiempo no había nada que hacer. O eso pensaba, habían olvidado que Avril escondía un poder misterioso, mágico.
Después de ese grito todo se detuvo. Avril sintió como una fuerza chocaba contra ella y la detenía sin hacerla ningún daño.
"Ya está" - pensó - ". Estoy muerta."
Abrió los ojos; y comenzó a llorar cuando vio que estaba viva, de pie, sobre el lago.


Knowles vio boquiabierto cómo Avril esquivaba la muerte.
- ¿Entonces, es cierto? - dijo después de aparcar el carro en la orilla del lago.
- ¿Qué si es cierto qué? - contestó Avril, que se sentía extraña todavía flotando en el aire.
- No eres Avril Lavigne.
- ¿Cómo que no?
- Mírate... ¡Estás flotando! Creo que hay algo que no encaja...
- ¿Y qué tiene que ver eso? Si yo quiero volar, pues vuelo.
- No te engañes más, Avril; sé que es difícil aceptarlo. No perderás tu carrera por esto... No te preocupes.
- ¿Perder mi carree... raaaaaa? - dijo Avril mientras se balanceaba inestable en el aire y caía de espaldas al lago.
Knowles se rio a carcajadas.
Avril asomó la cabeza desde el interior del agua y escupió la que había tragado.
- ¡Oh, genial - se quejó mientras tosía -, estoy empapada!
- Ven que te ayudo.
Knowles le acercó una rama y ella la tomó dejándose arrastrar hasta la orilla. Luego salió chorreando y con la ropa pegajosa ciñiéndose a su cuerpo.
- Lo siento, Avril, nunca pensé que saltarías desde tan alto.
- ¿Saltar? ¿Quién ha dicho que saltara? ¡Me he caído!
- ¡Oh, vamos, no has podido resistirlo! Te encanta volar.
- ¿Y a qué llamas tú volar, a lanzarse al vacío?
- Puede.
Avril se se sentó en el borde del carruaje y se quitó las zapatillas blancas y negras que llevaba para vaciarlas de agua. Luego, la sudadera, y la estrujó enredándola en sí misma.
- ¡Mierda, se me ha caido el móvil y la cartera! - exclamó mientras lanzaba una de las zapatillas con violencia.
- No pasa nada, las hadas no necesitan teléfono móvil.
Avril se guardó silencio antes de decir nada y repitió aquella frase en su cabeza.
- ¿Las hadas?
- Sí, las hadas.
- ¿Quieres decir que yo soy una? - sonrío nerviosa.
- Sí y no, exactamente. Pero como ya sabrás, tienes cierta magía que no sabes controlar.
- ¿Entonces - preguntó pensando en cada momento de su vida -, quién soy?
- Esperaba no ser yo quien tuviera que decirtelo.
- ¡Pues lo harás o juro que te... - levantó las manos amenazándole como si supiera hacer algún conjuro -, ya verás!
- Está bien, está bien. ¿Qué tal si volvemos a casa?
- A mi casa - ordenó Avril que no había olvidado que tenía que ver a Deryck.
- Está bien, a tu casa.
Knowles liberó a Knull y lo pusó en su brazo.
- Dile a Otes que tardaré más de lo previsto.
El ave se despegó de su brazo y se perdió entre las nubes.
- ¿Está muy lejos tu casa de aquí? Porque tendremos que ir a pie.
Knowles dejó atrás el carruaje y caminó hacia el parque.
- ¿Estás loco? Olvidas que soy famosa, no podemos ir así como así por la calle.
- Y tú, querida Avril, olvidas que eres un hada.


Knowles y Avril caminaban por la tierra de un parque a las afueras de la ciudad. A un lado y otro había jovenes con litronas sentados en bancos, en el decadente césped o, simplemente, haciendo eses mientras se movían de un lado para otro.
Avril se detuvo.
- ¿Qué haces? - preguntó Knowles.
- No pienso pasar por ahí.
- ¿Por qué no?
- No creo que salga viva; y no me digas que estarán tan borrachos que no se darán cuenta de que Avril Lavigne está paseándose delante de sus narices.
- No te entiendo. ¿De qué tienes miedo, Avril?
- A ver, ¿qué no entiendes? ¡Que aquí las cosas no son como en lugar de donde-quiera-que-tú-seas! - gritó - Aquí los famosos no pueden salir de casa sin preguntarse si alguien los observa detrás de algún objetivo, ni pueden caminar por la calle sin que alguien diga "mira es ella" y los miren, y los empujen como si fuesen suyos de toda la vida. No, no pienso cruzar. Lo siento.
- Muy bien, yo sí.
Knowles siguió caminando y Avril se vio sola en un lugar del que no guardaba ningún recuerdo. No tenía móvil ni dinero. Tenía que aceptarlo lo necesitaba si quería salir de allí.
- Oh, mierda. Knowles, espera. Voy contigo.
Avril dio unas pequeñas zancadas y se puso la capucha para ocultar su rostro.
Los dos cruzaron entre la marea de gente apresurados. Todos les miraban fijamente.
- ¡Eh, mira tío, una mamá macizorra con su hijo! - gritó alguien.
Avril cerró los puños y apretó los dientes.
- ¡Eh, tía buena, y dicen que no hay ángeles en la tierra! - gritó otro que estaba su lado.
Avril no aguantó más: se dio la vuelta corrió hasta ellos y dio una patada a uno de los cartones de vino lleno que había en el suelo empapándoles.
- ¡Que os jodan, capullos!
- Avril, déjalo - sugirió Knowles a sus espaldas.
- Vaya, vaya, parece que una niña de papá quiere problemas - dijo una voz femenina a sus espaldas.
Avril se dio la vuelta y pudo ver a más de una decena de chicos y chicas con cara de pocos amigos acercándose a ella.


Avril apretó con más fuerza los puños mientras sentía que sus piernas se tambaleaban como gelatina. Knowles se ocultó tras ella y la agarró de una pierna.
- ¿No vas a hacer nada? - suplicó Avril entre dientes.
- No puedo - dijo casi avergonzado.
- ¡Knowles, por favor!
Avril sintió la pequeña llamada de atención de un dedo con dos breves toques en su hombro y miró al frente.
La chica morena y de ojos oscuros que dirigía a todo aquel grupo le propinó un buen puñetazo en la cara; Avril no tuvo tiempo de reaccionar, sólo sintió el tabique nasal de su nariz partiéndose y fluir la sangre a chorros.
Retrocedió unos pasos y se llevó las manos a la cara.
- ¡Ahora no pareces tan dura! - gritó la otra - ¡Vamos! ¡Pelea!
Avril hizo caso omiso de sus palabras. Estaba perdida y no se sentía tan fuerte como años atrás, así que siguió retrocediendo.
- ¿No? ¡Ahora verás!
- Krystal, no vale la pena, déjala... - dijo una voz detrás de ella.
- ¡Cállate, Mavis!
Krystal no se lo pensó dos veces y volvió a golpear a Avril hasta tres veces más en la cara y el abdomen.
Avril cayó al suelo y se le quitó la capucha dejando su rostro al descubierto, Krystal siguió pateándola.
- ¡Por favor - rogó Avril -, basta!
Krystal paró y vio como Avril se cubría todo el cuerpo aunque ya no la golpease.
- ¡Un momento, tíos, es Avril Lavigne!
- ¿Qué? - se extrañaron todos casi al unisono.
Avril vio como se acercaban aún más a ella y la empezó a entrar el pánico.
- ¡Es verdad, es ella! - gritó uno.
- ¡Qué poca cosa! Yo pensaba que era más - dijo otra.
- ¡Es Avril, Avril Lavigne!
Avril sintió que algo la invadía por dentro, tal vez odio, tal vez miedo, tal vez ninguna de esas cosas; pero empezó a gritar.
- ¡Largaos! ¡Largaos! ¡Ahhhhhh! ¡Fueraaa!
Knowles la miró sorprendido sabiendo que algo malo iba a ocurrir.
Krystal, que estaba de pie frente a ella, salió volando presa de una corriente de aire procedente de ningún sitio y fue a parar a la copa de un árbol 15 metros más allá.
Todos vieron como viajaba por encima de sus cabezas, se asustaron y salieron corriendo sin saber qué pasaba.
Algunos cayeron al suelo y el barro de la tierra se alzaba y los envolvía en sucias capas, otros fueron arrastrados por el agua inagotable de los charcos que allí había, otros fueron alcanzados por las ramas de los arbustos y quedaban atrapados en ellos sin poder salir.
- ¿Qué está pasando? - preguntó Avril que todavía oía los gritos de fondo.
- Es tu voz, Avril.
- ¿Qué le pasa a mi voz?
- ¿No te has dado cuenta? Cuando hablas, cuando cantas, cuando gritas ocurren cosas extrañas; incluso cuando hablas para ti misma. Creo que tu padre no te dejó sola en este mundo.
- ¡Mis padres son John y Judy!
- No, Avril. La verdadera Avril Lavigne fue raptada y llevada a nuestro mundo y tu fuiste puesta en su lugar.
- ¿Qué? ¡No tiene sentido!
- Sí, si lo tiene y lo sabes. Eres un hada.
- ¿Y por qué nadie me ha dicho nada hasta ahora?
- Porque esperabamos el momento en el que cantaras la canción.
- ¿La canción del estudio?
- Sí.
- ¿Y qué tiene que ver eso? - Dijo con los ojos desorbitados.
Avril sentía que el corazón la latía con fuerza, no estaba segura de si quería creer todo aquello pero prefería enfrentarse a la verdad.
- Es una canción de las hadas antiquísima, y solo es cantada por aquellas que quieren regresar.
- ¡Yo no quiero regresar!
- Si quieres, Avril.
- ¿Y por qué sigues llamandome Avril si no soy Avril?
- Porque eres Avril Lavigne y eso ya nadie puede cambiarlo. ¡Eres el primer hada que se hace tan famosa!
- ¿En serio? - dijo casi orgullosa de sí misma.
- Sí.
- Bueno, tal vez podríamos ir al lugar de donde-quiera-que-tú-seas - dijo en una media sonrisa.


Knowles ayudó a Avril a levantarse; le dolían todos y cada uno de sus huesos.
- ¡Ah, joder! - se quejó - No sé si voy a poder caminar.
- ¿Estás bien, Avril?
- ¿¿¿Tú que crees??? ¡No has hecho nada para impedir que me golpearan!
- Lo siento.
Knowles agachó la cabeza y se sentó en el césped del parque. Alguien tan pequeño no podía cargar tanto peso a sus espaldas. Avril se dejó caer también, lentamente; luego se tumbó.
- ¿Y ahora qué? - dijo Avril.
- No lo sé. Estamos en medio de un parque, sin gente, excepto aquellos que patalean en en las copas de los árboles, y no tengo mi búho ni tú tienes tu móvil.
- ¿Ves como las hadas también necesitan móvil?
- Podría ir a buscar ayuda.
- ¿Y dejarme aquí sola? No, gracias.
- ¿Bueno algo habrá que hacer, no?
Avril se detuvo a pensar un momento. Lo miró de arriba a abajo y luego dijo:
- ¡Bueno, vete! - dijo Avril cogiendo un cartón de vino - Yo te espero aquí.
- Está bien, no tardaré.
Knowles desapareció de aquel rincón del parque mientras ella le daba un trago al cartón.
Avril cerró los ojos y trató de no pensar en nada. Seguía oyendo los gritos de la gente a lo lejos y se preguntaba si algún día se callarían. De repente, alguien se le apareció.
- Perdona - dijo una voz titubeando.
Avril se asustó, abrió los ojos y vio a una chica que soltó un grito.
- No me hagas nada, por favor.
- ¿Qué quieres? - preguntó Avril amenazadora.
La chica le sonaba de algo y no sabía de qué.
- ¿Podrías bajar a mis amigos?
- ¿A esos gilipollas? No gracias.
- Por favor.
- ¡Bájales tú! ¿Cómo has bajado, a ver?
- Es que yo he sido la única que se ha librado.
- ¿Cómo te llamas?
- Mavin.
- Claro - entendió Avril -, a ti no te odio. ¿Podrías ayudarme a salir de este parque?
- Sí. ¡Lo que sea por Avril Lavigne!
- Genial. Oye puedes llamarme Avril a secas.
- Está bien.
- No quiero que la prensa se entere de esto. ¿Tienes coche?
- Sí, pero he bebido y no debería conducir.
- Es igual, conduzco yo - dijo Avril echando el último trago al cartón y lanzándolo después -. ¿Sabes, Mavin? Tú y yo podriamos llegar a ser muy buenas amigas.
Mavin sonrió de oreja a oreja.
- ¿En serio?
- ¡Claro que sí! - Le devolvió la sonrisa - Llévame al hospital.
- ¿Y mis amigos?
- Creo que lejos de mi estarán mejor.


Avril apoyada en Mavin consiguió llegar hasta unos aparcamientos desiertos.
- Ese es mi coche - señaló Mavin.
- ¡Vaya, es bonito!
- ¿Bromeas? Tú debes ir en limusinas y cosas así.
- Pues sí - sonrío sin ocultar lo que la gustaba -; y amo bajar la ventanilla para enseñarles mi dedo.
Mavin recordó las fotos que había visto de ella de esa forma; eran muchas.
- ¿Oye, Avril, y el niño que venía contigo?
- ¿Qué niño? ¡Ah, el niño! No es nadie, sólo un pequeño fan que se había perdido.
- Claro. Oye, y, ¿puedo preguntarte qué haces por aquí?
- No, no puedes. Dame las llaves, por favor.
- Sí, toma.
Avril abrió el coche y lo puso en marcha cuando hubieron estado dentro. Había conducido pocas veces y la costaba mucho; más habiendo bebido tanto.
- Es gracioso, a otras las meten a la cárcel por esto - dijo Avril.
- Ten cuidado, el coche es de mi padre.
Avril hizo la primera curva que encontraron saliendo del parque pisando la línea.
- No te preocupes.
Llevaban tres minutos atravesando las calles estrechas de la ciudad cuando tomaron la autopista dirección al hospital.
Avril puso cara de sufrimiento.
- ¿Te duele?
- Sí, joder. Voy a darme prisa.
Avril aceleró y se colocó en el carril izquierdo pasando a todos los coches.
Un coche de policía la vio haciendo eses y puso la sirena.
- ¡Oh, mierda!
- No, no, no puede ser - Mavin también se puso nerviosa -. ¡Acelerá Avril!
La policía se puso detrás de ellas y Avril trató de huir cambiando de carril constantemente. Mavin se agarró con fuerza al asiento y cerró los ojos, no podía verlo.
- ¿Y si les decimos que tienes que ir al hospital?
- ¿Estás loca? ¡Voy bebida! - gritó Avril.
Avril pasó los 200km/h. A penas distinguía los coches que se cruzaban en su camino. Por el retrovisor vio que otro coche de policía se unía a la persecución.
Estaban perdidas, aquello saldría en todas las noticias y acabaría con su carrera. Avril decidió parar el coche antes de empeorarlo todo.
- ¡Salgan con las manos en alto! - gritó uno de ellos por el megáfono.
- ¿Qué hacemos?
- Confía en mi, - dijo Avril - sal.
Las dos chicas salieron del coche y dos agentes se apresuraron y se acercaron a ellas. Avril entorno los ojos y volvió a experimentar aquella sensación extraña por dentro que había surgido en el parque.
- ¡Atrás, capullos! - gritó Avril.
Sin poder explicárselo, los cuatro agentes que allí había vieron como se reventaban las sirenas y las radios de sus coches a la vez que las ruedas se desencajaban de su sitio y salían rodando solas.
Los agentes se extrañaron, y sacaron las pistolas.
- ¡Alto! ¡No diga ni una palabra más!
- Está bien - dijo Avril.
Y pasó justo lo que ella estaba pensando en su mente: las pistolas resvalaron de sus manos y salieron volando. Un agente no quiso soltarla y salió por los aires con ella.
- Creo que ha llegado la hora de irnos - gritó Avril
- Sí - reafirmó Mavin -, será mejor que nos vayamos.
Avril arrancó y pronto se perdió en la autopista mientras los agentes de policía miraban lo que quedaba de sus coches.


Un coche frenó bruscamente y se subió a la acera de la Avenida de Charles "el oculista"; de él salieron Avril y Mavin a toda prisa y, antes de tropezar tres o cuatro veces solas, se adentraron en el hospital.
- Lo siento, jovenes, tienen que esperar - les rogó la enfermera en la puerta de urgencias.
- Necesito entrar, me encuentro mal - balbuceó Avril que trataba de mirar a la enfermera fijamente, aunque no lo conseguía pues veía a tres.
- Está bien, siéntese en la sala de espera y descanse, en seguida la atendemos.
- Te lo dije, Mavin, este hospital es una mierda, tendriamos que haber ido a mi clínica - le dijo Avril a un anciano.
- Yo no soy Mavin, señorita.
- Mavin, no me digas eso, eres lo único que me queda.
- ¡Que yo no soy Mavin! - se enojó.
- Ven, Avril, siéntate - apareció Mavin a sus espaldas. Avril zigzagueó mareada hasta que llegó a los asientos. Hora y media después la atendieron, cuando ella ya estaba dormida. Mavin les explicó lo que había pasado y la hicieron la revisión dormida mientras ella hablaba de una tal "Ginger" en sueños.
Al día siguiente Avril se despertó en la habitación número 242 del hospital. Sé movió un poco y notó los vendajes que ceñían su cuerpo, tumbada en la cama. Agarró un vaso de agua que tenía al alcance y echó un trago mientras trataba de aliviar el dolor de cabeza que sentía.
- Buenos días, señorita Lavigne.
- ¿Qué hago aquí? - dijo ella.
- Descansar después de un gran día de fiesta.
- ¿Fiesta? ¿Qué fiesta?
- Las que usted se trae, ¿o cree que no sé quien es? Es esa cantante que sale en todas las revistas siempre yendo de fiesta en fiesta con ese chico tan guapo. ¿Como se llama...?
- Deryck - contestó Avril en seguida.
- Eso Deryck, Deryck Whibley.
Avril suspiró.
- ¿Son felices?
- ¿Qué?
- ¿Son felices realmente usted y el señor Whibley?
- Claro que lo somos, yo... yo le quiero.
La enfermera sonrió como un gusano. Abultaba media sala y llevaba el pelo recogido en una coleta algo descuidada.
- ¿Sabes en qué habitación está mi marido?
- No, no lo sé. Espere que voy a preguntar. En seguida regreso.
"Genial" - pensó Avril. Primero Deryck, y ahora ella había acado también en el hospital. Había sido la peor semana de que recordaba; por no decir que la dolía el cuerpo entero y aún no sabía muy bien quien era ella exactamente. Cuando estaba apunto de descubrirlo huía, en el fondo quería mentirse, no deseaba saberlo.
- El señor Deryck Whibley abandonó esta mañana misma el hospital. Una recuperación rápida, en mi opinión un milagro - dijo la enfermera.
- ¿Cómo? ¿Se ha ido? ¿A dónde? ¿Con quién?
- No lo sé, señorita Lavigne. Descanse y si tanto le urge puede hacer una llamada.
- Sí, por favor.
- Está bien, acompáñeme y vaya con cuidado. Al lado de la cama tiene unas muletas.
Avril siguió a la enfermera hasta el final de un largo pasillo allí llamó al móvil de Deryck. Él no lo cogió.
- ¡Joder, vamos, Deryck!
- ¿Sí? - contestó alguien al fin.
- ¿Deryck?
- No volverás a verle - dijo una voz débil y siniestra.
- ¿Qué? ¿Quién eres?
- No volverás a verle - repitió - hasta que no vengas.
- ¡No sé quien eres pero no te acerques a Deryck, capullo! ¡No quiero verte más en Beverly Hills. Ni a ti ni a tus putos duendes. ¿Me has entendido?
La llamada se cortó. Avril dejó caer las muletas y se tiró al suelo mientras lloraba desconsoladamente.



Mavin vio tirada a Avril en el suelo y corrió por el pasillo junto con la enfermera con la que estaba hablando. Era delgada y pelirroja. Una pequeña placa en su uniforme de trabajo dejaba ver su nombre; se llamaba Effie. Detrás de ellas se apresuró una mujer trajeada marcando sus pasos con el sonido machacón de sus tacones.
- ¿Avril, estás bien? ¿Qué ha pasado? - preguntó Mavin inclinándose hacia ella.
- ¿La duele algo, señorita Lavigne?
- Déjanos solas, por favor, Effie.
Ella aceptó de mala gana y sólo retrocedió unos metros sin perderlas de vista.
- ¿Avril?
Avril tenía la mirada perdida y el rostro pesadamente incrustado entre sus manos. No dejaba de lamentarse ahondando en sus penas con pensamientos tristes culpándose de todo.
Se sentía vil: había fallado a Deryck. Días atrás le había ocultado a él y a la policía la verdad sobre lo sucedido cuando un ojo de cristal atravesó el vidreo de la ventana de la cocina de la casa. Se había asustado pensando que un psicópata estuviera detrás de todo y había querido saber más sobre aquel extraño objeto. Cuando descubrió a Ginger, el hada, se había asustado pensando que aquella situación había resultado ser demasiado traumática y desvariaba. Después de comprobar que era una realidad evidente que el hada estuviese allí Avril había decidido dejarse llevar por ella ocultándole a Deryck lo que estaba sucediendo, además lo había abandonado a media noche para ir al bosque. Allí fue la última vez que había visto a Ginger después de que invocara a las estrellas para recordarle la letra de la canción de las hadas que por caprichos del destino habían sido abandonadas. Avril era una de ellas y naún no había conseguido entenderlo. En el viaje de vuelta a casa Gregg, el chófer, había atopellado a Deryck. Había sido un momento realmente confuso, en a penas unos segundos su vida se había venido abajo. Recordaba cómo había devuelto la vida a Deryck después de abandonarla, y lo sola que se sintió después enfrentándolo todo sin Ginger, y sin poder mediar palabra con su marido. Lo que no la encajaba era lo de ese tal Otes y ese odioso crío al que había mandado a buscarla.
Suspiró.
Se limpió las lágrimas y levantó la cabeza.
- Tienen a Deryck.
- ¿Qué? ¿Quiénes tienen a Deryck?
- Ellos. Knowles y "mi padre".
- ¿Qué tiene que ver tu padre en esto, cariño? - preguntó Mavin apartándola el pelo que se revolvía en la frente de Avril.
- Es una historia muy larga. Peo estoy segura de que son ellos. Quieren que vaya a casa.
Una voz femenina carraspeó detrás de Mavin.
- ¿Puedes deletrearme el nombre de ese tal "Nolls"? - pronunció penosamente la mujer trajeada que sostenía una libreta y boli en sus manos.
- ¡Que te jodan!
Effie se acercó a la periodista y la rogó que abandonará el hospital pues no podía estar allí.
- Está bien. Adiós, Avril. Esto saldrá en portada.
La periodista camino de vuelta por el pasillo. Avril entorno los ojos una vez más y dijo:
- ¡Cómete tu reportaje!
La libreta se despegó de las manos de la periodista y arrancándose sola en el aire hoja a hoja trataba de meterse en la afilada boca de ésta. Y en efecto, mientras gritaba se tragó las dos o tres hojas del reportaje.
Nadie entendió lo que allí pasó, excepto Avril.
- Tranquila, Avril, alguien ha venido a verte y creo que estará encantado de ayudarte a encontrar a Deryck - continuó Mavin sin intentar explicar las cosas extrañas que Avril provocaba.
- ¿Quién?
Un chico rubio junto con a tres enfermeras trataba de ayudar a la periodista para que no se atragantase.
Avril sonrió entusiasmada.
- ¡Evan!


- Oye, Avril - dijo Mavin antes de que se acercase Evan con las manos empapadas de saliva -, ¿cómo lo haces?
- ¡Evan! - Avril miró a Mavin, se encogió de hombros y pronunció en voz baja un "no lo sé" poco convincente antes de abrazar al chico rubio.
- ¿Cómo estás Avril?
Evan trató de rodearla con sus brazos pero Avril no se lo permitió.
- ¡Oh, no, mírate las manos! ¡No me toques con eso! - gritó entre carcajadas.
- Claro que sí, me parece que alguien se ha vuelto muy pijilla... ¡Verás ahora! - Evan trató de mancharla la cara mientras Avril le apartaba como podía los brazos con manotazos; finalmente le dio un pisotón que le dolió en todo el cuerpo.
- ¡Ouch!
- Así aprenderás - Avril volvió a abrazarle -. Estoy bien, ahora, ... - "contigo" pensó pero no lo dijo.
- ¡Qué mentirosa, por favor! - Avril volvió a sonreir como no lo hacía desde hace tiempo.
Aquella misma tarde Avril recibió el alta y junto a Evan y Mavin volvieron a casa, donde vieron a Gregg, el chófer, dando instrucciones a dos personas mientras reponían el cristal de la ventana de la cocina.
- Creía que lo habías despedido - se extrañó Evan -; después de atropellar a tu marido.
- Yo también lo creía.
Avril apartó a Gregg y lo llevó al patio de atrás de la casa y le gritó furiosa.
- ¿Qué haces aquí, Gregg? ¿No recibiste mi mensaje? ¡Despedido! ¿Entiendes? ¡Lo dejé muy claro!
- Ya pero es que pensé que alguien debería cuidar la casa mientras...
- Me da igual lo que pensarás, ¡has atropellado a Deryck! - Avril frunció el ceño.
- ¡Está bien! ¡Está bien! ¡Tengo remordimientos, Avril! ¡Debo ser el peor chófer del mundo!
- ¿Y por qué yo debería tener tal chófer trabajando para mi?
- Por favor, déjame compensartelo... ¡No pediré sueldo en un año!
Avril empezó a planteárselo aunque siguió poniéndole pegas.
- ¡¡¡¿Y cómo piensas vivir?!!!
- Por favor, Avril.
- Está bien, puedes quedarte; pero sólo hasta que Deryck diga que hacemos contigo.
- Gracias, gracias - el chófer la abrazó haciéndola dolerse de sus heridas.
En el salón Mavin y Evan mantenían una conversación sobre Avril.
- Está muy rara, ¿sabes?
- Yo la veo como siempre - dijo Evan -, bueno, alomjor un poco más "guay".
- No, no es eso. Verás, Evan, Avril puede hacer cosas realmente extrañas. ¿Recuerdas a la periodista que casi se ahoga en el hospital?
- ¡Sí, como olvidarla! - todavía sentía sus pegajosas babas en sus manos.
- Fue Avril, no sé cómo lo hizo pero le ordenó a la libreta que se metiera en su boca.
- Eso es surrealista, ¿cómo va a hacer eso Avril?
- ¡Te aseguro que puede, a mis amigos les dejo colgando de las copas de los árboles! - insistió.
- Un momento, entonces... es verdad que le devolvió la vida a Deryck.
- Sí, creo que sí.
- Salió en algunos periódicos con testimonios de policías y enfermeros pero, sinceramente, me pareció una desfachatez. Si es verdad lo que dices habrá que descubrir qué esconde Avril.



Avril encendió la tele a pesar de que Evan le aconsejó que no lo hiciera. Mavin ya sabía porqué lo hacía. Pronto descubrió que en todas las cadenas hablaban de ella:

-"Noticias de última hora. Avril Lavigne, la famosa cantante canadiense, está siendo buscada por la policía desde este mediodía para ser arrestada por un supuesto delito de conducción temeraria bajo los efectos del alcohol y resistencia a la autoridad, además de daños materiales contra la misma y una posterior huida..." - dijo una voz monotona al otro lado de la pantalla.

Avril cambió de canal tratando de pensar que se trataba de un error.

- "Nos acaban de comunicar que la cantante fue dada de alta hace unas horas en el Hospital Central de BlackStone por lo que seguramente sea arrestada en las próximas horas en su domicilio de Beverlly Hills. No es sorpresa ver a la cantante agresiva y bajo los efectos del alcohol ya que en numerosas ocasiones ha aparecido de esta forma ante los medios. Semanas atrás pudimos verla afectada, después de que su chófer Gregg Deandre, accidentalmente, atropellara a su esposo, Deryck Whibley..." - informó otro.

- Conexión en directo con Beverlly Hills. Marcie Mckenzie, buenas tardes.
- "Buenas tardes. Parece que, efectivamente, agentes van llegando a la zona y están preparando un dispositivo policial alrededor de la casa. Según nos contaba hace unos instantes uno de los agentes de policía, Avril es considerada una delicuente peligrosa y no saben cual podría ser su reacción ante tales acontecimientos.
>Cómo pueden ver los espectadores, detrás de mi se encuentra la casa..." - parloteaba la reportera.

Avril se asustó. Sintió pánico como nunca en su vida lo había sentido y empezó a moverse de un lado para otro mirando a través de las ventanas la posición de la policía.
- Voy a volarlos a todos. Sí, eso haré.
- Avril, están ahí fuera tienes que esconderte - Evan también empezaba a desesperarse -, es tu única oportunidad.
- Avril, Evan lleva razón. ¿Qué puedes hacer tú? ¡Escóndete!
El timbre de la casa sonó repetidas veces.
- ¡Policía! ¡Abran la puerta! - se oyó al otro lado.
- Está bien - susurró Avril -, dadme un minuto.
Avril subió escaleras arriba corriendo mientras los agentes aporreaban la puerta.
- ¡Vamos a tirarla abajo!
Evan abrió la puerta.
- No es necesario, agentes, ¿están buscando a Avril? Pasen - tragó saliva -, aunque aquí no hay nadie.


Avril estaba buscando un sitio donde esconderse cuando oyó pasos en las escaleras. Se puso nerviosa y trató de pensar en algo.
Podría meterse debajo de la cama pero sería fácil de encontrar. El armario sería el peor lugar. Permanecer detrás de las cortinas sería estúpido, ¡aquello no era el escondite!
El pomo de la puerta se giró suavemente y Avril observó con pánico como la puerta se abría. Dio un paso y otro atrás. Y otro. Sin darse cuenta caminó de espaldas hacia la ventana, que estaba abierta, resbaló y cayó por ella. En su último intento por agarrarse a algo alcanzó la larga y gruesa cortina rosa y negra de su habitación quedando suspendida en el aire y besando la pared de la casa bañada de un azul suave en el exterior.
Los agentes entraron y empezaron a registrar cada esquina de la habitación.
- ¡Eh, Johnny, mira eso, - dijo uno señalando a la ventana - la cortina!
- ¡Vamos!
Los dos agentes se asomaron y vieron a Avril colgada de la cortina.
- ¡Alto, señorita Lavigne!
Avril se asusto y desde el primer piso se dejó caer sobre el cesped. Los agentes siguieron dándola avisos y viendo que no hacia caso sacaron sus pistolas.
- ¡Dispara, Johnny, dispara!
- ¡Dispara tú!
Los dos se miraron y dieron un disparo al aire. Avril corrío y salto la valla de la casa yendo al otro lado de la calle. Ahora dispararon contra ella y dieron tres disparos sobre la valla.
- ¡Mierda! - cogió el Walkie - Aviso a todas las unidades, la sospechosa se escapa por las calles adyacentes al domicilio. Repito, la sospechosa se escapa.
Avril corrió por el medio de la carretera de la calle, de esta forma no tardarían en cogerla.
Miró atrás y vio que un coche se acercaba. Se puso delante y lo paró. Se acercó a la ventanilla del conductor y, para su sorpresa, descubrió que lo conocía.
- ¡Gregg, llévame, por favor!
- Usted manda, señora.
Avril subió al coche como siempre lo hacía y le rogó que arrancara.
De fondo las sirenas de los coches de policía se acercaban.


Gregg giró a la izquierda y pisó el acelerador. Se saltó un par de semáforos y tomó la primera autopista que les llevara dirección a New York.
- ¿A dónde vamos? - preguntó Avril sin dejar de mirar por el retrovisor.
- No lo sé. Lejos de aquí.
- Espera, Gregg, métete por esta salida. Quiero comprobar una cosa.
Avril le indicó la primera salida a la derecha. Había un cartel grande que decía:

"Lago Helado
2 millas"

Avril resopló, suspiro y se colocó el pelo. Miro a Gregg pensando que le había sacado de una buena. Le parecía difícil de creer todavía que hubiese llegado a aquella situación; ni con todo su dinero lograría librarse de la cárcel.
Avril se pasó de los asientos de atrás hacia alante y puso la radio. La televisión no era el único medio que no paraba de hablar de ella. Varias emisoras de radio daban las últimas noticias sobre la detención de Avril.

" - Parece ser que la cantante se ha dado a la fuga. No tenemos información que relate este suceso pero por aquí se rumorea que ha obtenido ayuda de... un momento alguien sale de la casa. ¡Oh, Dios mío! ¡Es Evan Taubenfeld esposado! - exclamó histérica - ...y una jovencita de la que no sabemos nada. Perdone, agente, ¿puede decirnos porqué se los llevan? ¡Agente, por favor!
- Obstrucción a la autoridad.
- Gracias. Ya lo han oido - continuó relatando -, ¡Avril sigue libre, pero sus cómplices no!"

Avril miró al vacío y se le escaparon varias lágrimas.
- ¡No, Evan no! ¡Él no ha hecho nada, joder!
- Tranquilizate, Avril - trató de consolarla.
- No, da la vuelta, me voy a entregar.
- Eso no tendría sentido, ellos ya están detenidos.
- Pero sólo yo puedo arreglar esto, Gregg.
- No nos vamos, Avril. Iremos a ese lago.
El coche cruzó por un camino del parque. Para su sorpres, Avril descubrió cintas de los bomberos rodeando algunas zonas arboladas donde, seguramente, estos tuvieron que operar para rescatar a toda la gente de las copas de los árboles.
Después de dos minutos llegaron al lago. Avril todavía afectada se acercó a la zona donde Knowles había abandonado su carro. Allí seguía. Dio unos pasos más. Extendió la mano para subirse adentro y mirar si había algo que le sirviera.
- ¡No tan deprisa! - la sorprendió Knowles desde arriba.
Dio dos palmadas y dos pequeños demonios verdes bajaron del árbol y, aún con la absoluta resistencia de Avril, lograron amordazarla
- Buen trabajo, Gregg - lo reconoció Knowles -. Vosotros tapadla la boca.
Avril no salió de su asombro. Estaba furiosa con Gregg, pero por alguna razón aquella vez no ocurrió nada.



Avril abrió los ojos creyendo que todo aquello sólo había sido un mal sueño. En seguida, sus oidos se cercionaron de que no era así cuando escucharon las chirriantes voces de los verdinegros demonios. Estaba amordazada y tumbada sobre una especie de amaca que transportaban éstos cómo podían. Trató de moverse y sintió un pequeño mordisco.
- Es mejor que no te muevas, Avril Lavigne - dijo Knowles resaltando su apellido asquerosamente -, o, ¿es que quieres que las serpientes se diviertan contigo?
Avril se miró las manos y vio que, efectivamente, lo que la impedía moverse eran serpientes alrededor de su cuerpo. Dejó escapar un pequeño chillido y comenzó a sudar, nerviosa.
Trató de relajarse y miró al cielo. Extrañamente, parecía más cerca de lo habitual, casi al alcance de la mano; pero lo más raro era el color amoratado del Sol en medio de un cielo rosado. Levantó la cabeza y miró a su alrededor. Todo parecía tan normal como siempre, exceptuando el gran tamaño de los árboles que pinchaban el cielo con sus copas y los animales que aparecían entre sus ramas. Avril pensó, tontamente, que aquello sería el paraiso para un ciéntifico; para ella era el infierno.
Durante el camino le dio tiempo a pensar en qué sentido tenía aquello. No sabía quien era realmente. ¿Sería la hija de Otes? Y siendo así, ¿qué clase de padre secuestraría a su hija? ¿Por qué era tan importante su llegada a aquel estúpido mundo daltónico? Y lo que más la preocupaba de todo, ¿dónde estaba Deryck?
Se detuvieron en frente de un muro que se alzaba más alla de sus miradas. Knowles dijo algo que a Avril le sonó estúpido: "piski-paski-piski"; y el muro abrió un paso para ellos.
No tardaron demasiado en llegar al lugar donde les esperaba Otes. Por fin, desataron a Avril y ella se quedó quieta mientras comprobaba que sus muñecas aún seguían girando en su pequeña órbita articular.
Aquel momento se hizo eterno; mientras, Avril no perdió de vista las hadas que sobrevolaban por encima de su cabeza observándola. Parecía que era tan famosa como Knowles le había asegurado.
Avril se sorprendió, cuando vio a Ginger allí. ¿Ella también era una traidora?
Otes llegó rodeado de seres de tamaños y colores muy distintos. Se presentó frente a ella y la miró.
Era alto y grueso, tenía el pelo ligeramente azulado y los ojos iluminados. Su nariz respingona bien recordaba a la de Avril.
- ¡Hija! - entonó emocionado Otes con su voz grave.
Avril le devolvió la mirada y no dijo nada.



- ¿No vas a decirme nada? - se extraño Otes.
Avril permaneció en silencio. Luego se arrepintió al ver que su padre esbozaba una sonrisa repelente.
- Sí, ¡vete a la mierda tú y tus bichitos!
Otes rio a carcajadas, no podía creer lo que estaba oyendo.
- Bien dije, esta es mi hija, pues veo atrevimiento en sus palabras... más me decepcionan, Avery.
- ¿Avery? - repitió Avril.
- No pensarás que ese ridículo nombre, "Avril", puede pertenecer a un hada.
- A ver si lo he entendido, ahora me llamo Avery, soy un hada y tú eres mi padre. ¿Algo más que deba yo saber?
- Cuando estés lista, Avery, hija mía, tomarás posesión de tu cargo como Reina de las Hadas.
Avril dio dos pasos atrás y pensó la forma de escapar de aquel lugar.
- ¡No haré lo que pides, ogro despreciable!
- ¡¡¡No te he dado a elegir!!! - mostró su enfado Otes - Harás lo que te pido, pues nunca debiste partir de este reino y creo que tus padres están de acuerdo. ¿Verdad, John y Judy Laviiiigne?
Ambos aparecieron desde lo alto, atrapados en una gran burbuja dorada, cabizbajos. Su expresión denotaba angustia y tristeza.
John habló.
- Avril, es verdad todo. Eres un hada. Deberiamos haberlo imaginado; las señales eran más que evidentes, pero no supimos verlo.
- ¡Papá! ¡Mamá! No, ellos no, ¡suéltalos ahora mismo!
- Aquí soy yo quien da las órdenes - le recordó Otes.
Avril no se rindió y prosiguió:
- ¡¡¡Te lo ordeno como Reina de las Hadas, Otes, suelta a mis padres!!!
Otes le hizo caso, dijo algo que Avril no conseguiría decir sin repetirlo al menos diez veces y se esfumó la búrbuja dorada.
- ¿Ves, Avery? La actitud puede cambiarlo todo.
Avril abrazó a sus padres y les susurró al oído: "Tranquilos vais a volver a casa".
Después de esto, Otes les llevó a un gran palacio vestido de oro, plata y piedras finas, y reunió allí a todas las hadas para anunciarles que Avril sería su Reina (a cambio, sus padres podrían regresar a casa).
Se celebró aquel día una gran ceremonia, y, viendo todo aquello, Avril advirtió una cosa: Ginger ya no estaba allí.

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« Respuesta #100 en: 26 de Octubre de 2007, 03:59:32 pm »
Ginger se detuvo cerca de un edificio polvoriento. Alzó su cabeza todo lo que su pequeño cuello le permitió y trató de alcanzar con su mirada la planta más alta de aquella torre grisácea en medio de la urbe de Los Ángeles.
Contuvo la respiración, pues así las hadas pasan desapercibidas ante los ojos humanos, hasta estar dentro del departamento de la policía, y recobró el aire después de posarse sobre una cámara de vigilancia. Decidió pararse a escuchar lo que allí se decía trantando de encontrar información sobre el lugar que buscaba.
El tiempo corría y nadie se percataba de su presencia.
Un agente gordinflón hablo algo sobre un tal Evan y sobre unos periodistas que esperaban saber algo sobre él impacientemente. Ginger pensó que por la fama de Avril, aquel debería ser su amigo.
En medio de un sinfín de palabras sin ningún sentido para el hada, pudo entender: "planta 14".
Volvió a negar el aire que la rodeaba, cruzó la planta baja y se coló en el ascensor. Se apresuró a pulsar la tecla 14 antes de que el ascensor se convirtiera en una jaula de grillos.
Unas doce personas completaron la estancia y Ginger se dio cuenta de que no era capaz de aguantar tanto aire piso por piso. Así que aprovechó el "Clin" del ascensor en la tercera planta para esconderse sigilosamente bajo el gorro de uno de los agentes y oxigenarse.
Varias personas salieron en la sexta planta y ya casi nadie hablaba.
- Buenos días, señora - dijo el agente que portaba el gorro -. ¿A dónde va usted?
- A la decimocuarta planta.
A ginger se le iluminaron los ojos y abandonó el estrecho gorro por el cómodo y espacioso bolso de aquella voz femenina.
Se dio la casualidad de que aquella era la abogada de Evan y la llevó directamente hasta él y una tal Mavin.
- Tranquilo, Evan, creo que con una pequeña cifra de dinero serás libre, aunque con cargos. Estoy luchando por descartar la opción de que estéis vigilados y, sobretodo, por que puedas viajar a donde quieras después de esto.
Después de una larga y pesada lamentación de Evan por lo sucedido y las consecuencias que iban a acaecerle, la abogada abandonó la sala sin tener nada claro lo que había prometido al gran amigo de Avril.
Ginger ya estaba fuera. Cubrió la cámara en lo alto con un trozo de papel y se puso de pie frente a ellos en la mesa.
Evan y Mavin soltaron un pequeño chillido asustados por la descuidada aparición de Ginger.
- ¡Oh, vaya...! Siento presentarme así, pero, dadas las circunstancias, creo que no hay tiempo para formalidades.
Evan y Mavin miraban al hada con los ojos desorbitados.
- ¿Qué? ¿Nunca habéis visto un hada? Hazme caso, las hay más guapas... - bromeó.
- ¿Qué...? - balbuceó Mavin - ¿Qué quieres?
- Ayudaros a salir de ésta, y, a cambio, creo que vosotros podréis ayudar a mi Reina de alguna forma.
- En Estados Unidos no hay reina, ¿de qué reina hablas?
- La reina de las hadas, Avril Lavigne.


Al saber que se trataba de Avril aceptaron dispuestos a hacer lo que fuese y no dudaron del hada. Ésta, por su parte, sabía perfectamente lo que debía hacer, pues algunas de las hadas de aquel reino desconocido poseían un curioso don: afectar el pensamiento humano; y ella era una. Así que sin pensárselo dos veces salió de la sala y buscó a las personas adecuadas que hicieran posible la salida de Evan y Mavin: En aquella misma planta se encontraba Elwood, una simple marioneta dentro del departamento de policía, y el encargado, en gran parte de su trabajo, del papeleo de unos y otros. Ginger no dudó en esconderse bajo su gorro y hacerle pensar que el caso de Evan Taubenfield era demasiado urgente como para dejarlo para el final del día; así que Elwood sostuvo la hoja del caso y la miró detenidamente. Algo le hizo pensar que uno de sus superiores le había ordenado tramitarlo para una puesta en libertad sin cargos y sin fianza. Se detuvo a pensar un segundo, cogió el teléfono y llamó a la abogada de Evan.
- ¿Señora Griffith? Sí, mire no se vaya porque creo que el tema ya está resuelto... - una hoja apareció de la nada sobre la mesa con una órden de puesta en libertad firmada por el juez - ...sí, sí, escuche, tengo aquí una hoja con la firma del juez; así que, por muy imposible que le parezca, es lo que hay...
Al rato llegó la abogada y complementaron todos los papeles. En una hora Evan y Mavin estuvieron bajando por el ascensor para pisar la calle, después de muchos días, sin poder creerlo apenas. Y cuando el encargado de aquel departamento los vio salir de allí preguntó:
- ¿A dónde creéis que vais?
Bastaron cinco segundos para que Ginger usara su magia y volviera al bolso de Mavin.
- ...¿No os vais a quedar un rato más? - bromeó.
Evan contestó deconcertado.
- No.
- Bueno, una vez más, siento lo sucedido, chicos.
Con este cambio inexplicable cruzaron la puerta y al pasar el bolso de Mavin por los rayos x, uno de lo agentes creyó ver una luciérnaga o algo que se le asemejaba allí. Luego pensó "¡qué tontería!".
Cogieron un taxi a la salida declarándose a la prensa inocentes de todos los cargos.
- ¿A dónde les llevo? - preguntó el taxista.
Evan y Mavin miraron a Ginger, que se encontraba cerca del suelo, y ella contestó con la voz más femenina que pudo:
- A Lago Helado.


El agua del lago descansaba ajena a lo que dentro de sí guardaba; cristalina, a pesar de encontrarse tan cerca de la urbe, tal vez por estar oculta y lejana de la mano del hombre o porque aquel espacio y todo lo que en él había estaban protegidos en aquel tiempo. Los ojos de Mavin la contemplaban profundamente mientras desatendía sus otros sentidos, ignorando así cualquier sonido que se adentrase en sus oídos; por lo que ninguno llegaba a tomar vida dentro de su cabeza. Evan, sin embargo, miraba al hada flotando sobre ella, pensando que estaba viviendo su propio cuento de hadas sin poder ocultar su fascinación por aquel extraño ser.
- ¡Vamos, es por aquí! - les animó.
Atravesaron la frontera nebulosa entre un mundo y otro sin saberlo. A través de la niebla no veían nada, tan sólo la luz del hada, y sólo sentían el agua retozar fría y cortante entre sus rodillas con cada paso. Tenían la impresión de estar caminando sobre montañas de barro pero siguieron largo rato.
- ¿A dónde nos lleva?
- No lo sé - contestó Mavin mojada hasta la cintura -, pero yo no pienso volver sola.
Por fin una luz violeta acarició el marco de sus ojos y vieron expandirse la blanquecina capa.
- ¡Bienvenidos a Nuvalet - les recibió Ginger en la orilla -, el Reino de las Hadas!
- Genial - musitó Mavin admirada por aquel mundo -, ¿por qué el cielo es así?
- Es porque la luz está reflejada en un gran espejo en el cielo. Esta tierra no gira - explicó.
- ¿Y bien? ¿Ahora qué? - preguntó Evan.
- Iremos a buscar a Avril; pero, antes - aclaró -, hay algo que deberíais saber.
Los dos la miraron profundamente esperando saber el qué.
- Supongo que ya sabréis que Avril no es humana - ambos asintieron -, y, aunque parezca difícil de pensar, ahora tampoco es un hada. Más bien, se ha convertido en ambas cosas, algo que sólo había pasado una vez antes... Veréis, hace mucho tiempo existió una gran reina en estas tierras como ninguna otra se ha conocido.
Amaba la magia de Nuvalet y sus bosques, pero por alguna razón admiraba a los humanos y deseó ser como ellos. Decidida, pues, acudió a Otes. Éste, por su parte, prometió hacerla tan humana como jamás había soñado a cambio de poder plantar un árbol en los bosques de esta tierra. Y así se hizo.
Llegó el día en que aquel árbol que Otes plantó creció tanto que superó a todos los demás y poco a poco fue mermando la vida del bosque. Pronto se convertiría en un palacio donde habitaría la perdición de las hadas. Allí viviría Otes en adelante con otros seres tan retorcidos como él.
La reina, a pesar de esta amenaza, se perdía a menudo en el mundo de los humanos y se mezclaba con ellos. Incluso se había enamorado de uno.
Pero Otes sometió a las hadas y tomó a la reina para sí. Ella soportó la situación hasta que vio nacer a Avril, entonces, temiendo por ella, una noche huyó de Nuvalet a la tierra de los humanos y llegó tan lejos como pudo en dirección norte. Para entonces Otes la seguía de cerca.
Decidió rendirse cuando no encontró más fuerzas y se refugió en una casa. Allí encontró un bebe recién nacido y lo cambió por el suyo. Antes de irse, le cantó una canción entre lágrimas al pie de la cuna, y prometió que volvería por ella.
Jamás regresó: está muerta, y la pequeña Avril Lavigne también. Pero no la dejó sola, aún recuerda aquella canción.


Mientras tanto Avril Lavigne pasaba las horas en su aposento en la torre este del palacio. Ya era reina; y aún no comprendía lo que eso significaba: pasaría allí el resto de su vida a expensas de Otes, quien se había propuesto ampliar su reino en poco y, para ello, debía contar con el poder absoluto de la reina y de sus hadas. Pero la mente de Avril no sospechaba tales planes, sino que urdía los suyos propios con la intención de rescatar a Deryck del lugar en el que estuviera.
Avril se incorporó. Dio unos pasos hasta llegar al mirador. A través de sus ventanas contempló la grandeza y, a la vez, la decadencia de aquel reino, que había pasado dos décadas tenebrosas, desde lo alto.
El palacio estaba rodeado por extensos y complicados jardines en los que la semioscuridad dejaba a la sombra muchas cosas de las que allí pasaban. Más allá, nimios árboles enredados de muy distintas formas servían de hogar a las hadas, que sobrevolaban aquella zona más veces de las habituales alegres por la llegada de la reina. Y mucho más allá, el gran bosque, antes verde y poblado, yacía oscuro y maloliente, gracias a las fétidas criaturas que allí habitaban, a la sombra de un gran árbol que les servía de guarida a los demonios, duendes y otros seres que acompañaban a Otes.
Una luz cegadora chocó contra la barrera cristalina del mirador donde Avril se encontraba y penetró en la habitación haciéndola pedazos. Avril alzó sus puños sin olvidar las forma de hacer las cosas de donde ella venía. Para su sorpresa, ésta no fue la única figura luminosa que apareció allí.
Ginger sonreía radiante a la luz de la noche a la cabeza de un grupo de hadas tan lúcidas como ella.
- Mi reina, - comenzó - éstas son las únicas de tus hadas que estaban dispuestas a arriesgar por ti. Aunque son pocas, son las más nobles y leales a ti y a tu madre.
- Gracias, Ginger, te daba por muerta. Aquella noche...
- No importa, mi reina - interrumpió -, lo que pasara aquella noche en el bosque. ¿Qué ibas a hacer? Lo importante es que ahora tú guardas la canción que nos salvará a todas.
Estuvieron hablando largo y tendido sobre su madre y conspirando contra Otes. Antes de partir, Avril preguntó el nombre de las hadas que la acompañarían. Eran siete: Ogreen, Peaks, Horpuff, Dufree, Gee, Ada y Ginger.
Todas descendieron por la ventana hasta los jardines menos Ginger y Avril.
- Mi reina, sé que puedes volar.
- No lo he hecho nunca, Ginger, entiende que es muy arriesgado.
- Lo harás. Cuando estés bajando llena con todo el aire que puedas tus pulmones - dijo aquello y descendío ella misma.
Avril golpeó las vidrieras para poder cruzar por aquel hueco. Se puso entonces de pie en el borde de la torre y cerró los ojos. No pensó en nada más antes de dar un paso sobre el vacío y dejar que su cuerpo pesado se rigiera por las leyes de la gravedad.
Cuando estaba descendiendo expulsó todo el aire que tenía por la boca e inspiró tanto como pudo. Abrió los ojos y vio que flotaba a cien metros del suelo. Había descubierto cómo volar, o, por lo menos, cómo planear en el aire.
Cuando acarició el suelo con la planta de sus pies, habiendo controlado cuidadosamente su respiración, deseó:
- Ójala yo también tuviera alas como vosotras - fue tan fuerte su deseo que en aquellos mismos jardines su espalda dejó espacio para sus nuevas extremidades membranosas.


Evan y Mavin habían cruzado horas atrás el gran muro con la ayuda de Ginger. Ahora buscaban a Deryck o una pista que les condujera hasta él.
Todo lo que encontraban a su paso les resultaba demasiado escalofriante por lo que caminaban con sigilo y mucho pavor. Ginger, que había previsto esto, les había dado dos frascos diciéndoles cuando los hubo puesto en sus manos "Bebédlos si os véis en apuros o si os perdéis. Y recordad estas palabras porque pueden salvaros la vida: piski-paski-piski."
Las zapatillas de ambos estaban impregnadas de un fango verdoso que apestaba.
- ¡Qué asco, tío!
- Buaaj...
- Oye, ¿qué es eso? - se extrañó Mavin al ver un árbol que resaltaba por encima de todos los demás.
- Creo que lo que estamos buscando. ¡Vamos!
Al llegar al pie del gran árbol vieron antorchas luciendo en el exterior a lo largo de una gran escalera que siguieron hasta llegar a una puerta negra.
- Puede que haya llegado el momento de hacerlo, Mavin.
Evan abrió el frasco que contenía un líquido color fucsia el cual iba cambiando hasta volverse azul marino y después volvía a su estado natural. Pensó brevemente si hacerlo, luego se decidió vaciándolo de un trago.
- Bueno ya está. Ahora tú - dijo intentando sentir algo distinto en su cuerpo.
Mavin miró a Evan, vio que estaba bien e hizo lo mismo aunque poco a poco (el color del líquido no le resultaba apetitoso).
Mavin miró otra vez a Evan profundamente.
- ¿Qué? - se extraño Evan.
- Creo que - susurró Mavin - ya me está surtiendo efecto.
Aproximó sus labios a los de Evan y le robó un pequeño beso. Después se despegó y le regaló una sonrisa cariñosa.
- ¿Entramos? - preguntó ante la mirada pasmosa de Evan.
- Vale - dijo atónito.
Cuando hubieron abierto la puerta encontraron a Deryck tirado en una jaula con barrotes gruesos y blanquecinos acabados en punta. No tenía techo.
- ¡Deryck! - se conmovió Evan.

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« Respuesta #101 en: 28 de Octubre de 2007, 05:41:11 pm »
woooooooooooooooooo! la historia!!!!! :D  :D  :D  :D  :D  :D  :D
t juro q ya te iva a hacer 1 huelga!!! xDDDDD!
m la lei otra vez desde el principio ^^
no vuelvas a hacer eso nuuuuncaa!!!! xDDDD!
m encanta m encanta m encantaaa!^^
m pregunto q sera de Deryk.....
siguela pronto :D

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« Respuesta #102 en: 28 de Octubre de 2007, 08:01:33 pm »
Sigo presintiendo el final. ¿Me equivoco?  :P
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« Respuesta #103 en: 29 de Octubre de 2007, 03:02:31 pm »
si!!!! me qedan 3 entregas y sakabaaaaa

xcerto asias avril-star tu si q molas!!!!!!

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« Respuesta #104 en: 18 de Noviembre de 2007, 12:07:39 pm »
Avril y las siete hadas cruzaron el bosque volando alto entre la oscuridad de la noche. Desde arriba todo se veía pequeño e insignificante. Avril no pudo evitar preguntarse cuál de aquellas leves figuras sería Deryck.
Cuando dejaron atrás Nuvalet divisaron el gran muro, era tan elevado que tuvieron que levantar su vuelo más allá de la lóbrega nebulosidad que cubría el cielo para llegar al otro lado.
Siguiendo la corriente de aire frío porcedente del norte, se vieron suspensas cerca del lago en el límite del mundo de las hadas y del humano. Pronto descendieron siendo Avril la única que deseaba fervientemente tocar con la planta de sus pies en las orillas del lago.
- ¿Y bien? - se preguntó Avril.
- Espera y verás - dijo Ginger.
Las hadas desaparecieron volando cada una en una dirección distinta entre los árboles que forraban el bosque iluminándolo todo. Después descansaron sobre el tronco de algunos de ellos.
Animales y criaturas de todas las razas, los tamaños y formas, aspectos y  figuras, tonalidades y matices conocidos y por conocer aparecieron delante de ella acompañados de una melodía que ellos mismo entonaban con toda clase de sonidos y voces para que ella cantase.
Ginger se posó sobre su hombro y la dijo:
- Es el momento, mi reina.
Avril se acercó al agua y no dudo en adentrarse aunque el frío cortase la circulación a cualquiera. Sabía lo que tenía que hacer así que no hizo esperar más tiempo a todos aquellos que se habían reunido en el nombre de la reina de las hadas. Cantó así:

"Aire frío brota de su interior,
pierde su mirada.
Trata de encontrar su lugar
pero no dice nada.

Todo da vueltas a su alrededor,
estrellas azules y grises,
sueña con un mundo mejor,
el lugar del que viniste.

Es un poco más allá,
¿lo sientes ya?

Se siente triste al caminar,
quiere volar.
Trata de encontrar su lugar
pero no lo dice.

Todo da vueltas a su alrededor,
su alma está a punto de partir.
Las lágrimas recorren su piel,
necesita salir
y canta una canción:

Un mundo mejor...
Un mundo mejor...
Un mundo mejor...
Un mundo mejor...

¡Ohhhhhhh!

Sueña, vuela,
regresa al lugar del que viniste.
Es un mundo mejor."

Aquella canción conmovió a todo el bosque, no hubo ni un sólo ser que no sintiera lo que estaba pasando. Avril también lo sabía.
El agua del lago comenzó a bullir y de su interior surgió la más sublime figura que unos ojos podrían apreciar en su vida.
Era Titania, la reina de las hadas. En sus brazos descansaba un bebé recién nacido.
Al verla, todos los que allí estaban exclamaron su nombre. Ella se inclinó ante la admiración de todos, y sin esperar más tiempo se acercó a Avril y dijo:
- ¡Avery, hija, cuánto tiempo he esperado este momento en las sombras! ¡Ahora, juntas, devolveremos la luz a estos bosques y en Nuvalet todos verán que Otes es muerto!
Avril no pudo decir nada, solamente la abrazó y vio su imagen reflejada en ella.